9 razones para ser realistas ante la llegada de la vacuna del Covid-19
Más de 150 son las vacunas candidatas en desarrollo actualmente en todo el mundo, por lo que no sería tan raro que en algún momento aparezca una lo suficientemente efectiva como para frenar los contagios. Aunque sea parcialmente.
Sin embargo, aunque hay señales para ser optimistas, no hay garantías de que se vaya a encontrar en un futuro cercano una vacuna lo suficientemente buena como para parar la pandemia. Por este motivo, contemplar todos los posibles escenarios y tener en mente otros planes donde no haya vacuna, es un ejercicio necesario de responsabilidad y transparencia.
El coronavirus ha venido para quedarse
Una falsa esperanza de que fuéramos a contar en breve con una vacuna o tratamiento efectivo contra la COVID-19, puede jugarnos una mala pasada ya que podría causar una gran decepción si las expectativas no se obtienen. El hecho de asegurar que tendremos una vacuna este año, pueden generar desconfianza en la población, de no cumplirse los plazos. Tampoco conviene el exceso de optimismo; podría crear una sensación de falsa seguridad y provocar una relajación en las medidas de prevención y control del virus.
Sin ningún tipo de dudas, las vacunas son uno de los grandes avances de la historia de la humanidad y la mejor manera de prevenir y reducir las enfermedades infecciosas. Según la Organización Mundial de la Salud, las vacunas evitan de 2 a 3 millones de muertes al año. Enfermedades tan letales como la viruela han sido erradicadas gracias a ellas, y un notable número más de dolencias antiguamente temidas, como la poliomelitis.
Podríamos definir una vacuna como «cualquier preparación destinada a generar inmunidad contra una enfermedad estimulando la producción de anticuerpos». El desarrollo de vacunas contiene siempre muchísimos desafíos para conseguir que sean seguras y efectivas. Con el Coronavirus no habrá una excepción. Por este motivo, es sumamente importante conocer las limitaciones y los problemas que pueden aparecer, para no caer en un exceso de confianza en su efectividad y plazos de entrega.
Unos buenos motivos para ser realistas en todo este asunto son los siguientes:
1.Que las prisas no son buenas consejeras
El proceso normal para hacer una vacuna es de entre 10 y 15 años. No se puede esperar tener una perfecta en menos un año y que nos permita volver automáticamente a nuestra vida anterior.
2.Se puede querer, pero no poder
En 1984, al identificarse el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) como el responsable de la pandemia de sida, la secretaria de salud y servicios humanos de Estados Unidos declaró que la vacuna estaría en la calle en un plazo de 2 años. 36 años después, todavía seguimos sin vacuna.
3.Unos peligrosos posibles efectos adversos
Las vacunas, al igual que cualquier medicamento, pueden provocar efectos secundarios. Uno de los principales problemas a los que se enfrentan los investigadores es la potenciación de la infección dependiente de anticuerpos, más conocida como ADE.
4.La dificultad de una producción a gran escala
Uno de los principales retos que nos encontraremos si se obtiene una vacuna efectiva contra el coronavirus será su producción masiva a gran escala para que llegue a la mayor parte posible de la población mundial.
Otro problema añadido sería producir masivamente dosis suficientes sin afectar la producción de otras vacunas importantes.
5.La díficil distribución de la vacuna
Conseguir una distribución mundial eficiente plantea importantes problemas logísticos. Las empresas fabricantes de vacunas, los gobiernos de distintos países y las empresas de transporte deberían trabajar coordinadamente y ponerse de acuerdo.
Por lo general, la mayoría de vacunas deben mantenerse refrigeradas a una temperatura de entre 2 °C y 8 °C. Por esta razón, uno de los principales retos a superar consistiría en no romper la cadena de frío.
6.Una inmunidad natural poco duradera
Aunque aún falta por ver el papel que juega la respuesta celular en las vacunaciones y su relevancia en la protección frente a infecciones, todo parece indicar que muy probablemente habría que volver a vacunarse cada cierto tiempo.
8.La importancia de la edad
Proteger a los adultos mayores de 60 años de la COVID-19 es una de las metas más importantes de los investigadores. El principal problema es que, a medida que vamos envejeciendo, nuestro sistema inmune se vuelve menos eficiente y las vacunas son menos eficaces.
9.La tecnología es demasiado reciente
La mayoría de las vacunas que utilizamos suponen la inyección de un virus debilitado, inactivado o simplemente componentes del virus que se producen y purifican en el laboratorio.
En este caso, en lugar de inocular virus completos o subunidades del virus para inducir una respuesta inmunitaria como hacen las vacunas tradicionales, la idea es hacer que nuestro propio cuerpo produzca la proteína del virus.
Las vacunas genéticas tienen muchas ventajas. Por ejemplo, un menor coste y la necesidad de una infraestructura de producción mucho más reducida. El principal problema es que hasta el momento no se ha comercializado ninguna para humanos, por lo que su eficacia está aún por comprobar.
Respetemos las medidas de protección
Desde Grupo Scanner nos gustaría comentaros, que, aunque el gran esfuerzo global realizados y los resultados preliminares puedan invitar al optimismo, la realidad puede ser muy diferente. Por ello, es necesario evitar caer en un exceso de confianza y contemplar todos los posibles escenarios.
Hasta que la pandemia no remita es de vital importancia respetar las medidas de protección sanitaria básicas que realmente funcionan para evitar contagios:
-Uso correcto de la mascarilla.
-Lavarse las manos frecuentemente con agua y jabón.
-Mantener el distanciamiento social.